Existen diferentes formas de ver la libertad, la podríamos ver como Cervantes, autor de El Quijote de la Mancha quien la describe como el don más grande que los hombres puedan tener dado de los cielos. O podríamos decir que la verdad no nos hace felices, sino que sencillamente nos hace hombres como dijo el político y escritor español Manuel Azaña.
Ya desde la antigüedad el poeta romano Horacio dijo ¿Quién es libre?, solo el que sabe dominar sus pasiones.
Estos enfoques de la libertad citados desde la antigüedad hasta el mundo moderno, pueden decirnos mucho sobre su verdadero significado a lo largo del tiempo. Es siempre un anhelo del ser humano, a partir del cual construye otros valores necesarios para su realización individual y social. En la enseñanza formal, los jóvenes no deben confundir la libertad con libertinaje; ya que ambos son llevados por el mismo anhelo de querer experimentar situaciones nuevas, y para guiarlos en las clases dentro del aula debemos seguir una metodología enfocada en técnicas que permitan diferenciar ambas terminologías.
También se pueden mostrar distintos niveles o enfoques de libertad, por ejemplo en nuestro país tenemos la libertad de elegir a nuestros gobernantes por medios democráticos, un gran logro por supuesto; sin embargo, esa misma libertad no nos permite analizar o cuestionar elementos que conlleven algunas veces a elegir los mejores candidatos a puestos públicos y eso merma la libertad de elección como tal. Entonces podríamos decir que el valor de la libertad va ligado al valor de discernir.
Precisamente, como menciona Luis Moreno Cruz en su ensayo sobre enseñanza de valores, un camino ético por parte de los docentes en la educación de niños y jóvenes, es ser guía para el descubrimiento propio en lo que es un desarrollo como personas, con discernimiento sobre qué actitudes llevan a una plenitud o por el contrario a un agotamiento como tales.
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