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Dignidad


En la actualidad, ¿qué se puede decir que es digno de hacer, lograr, sentir? ¿Una nota, una forma de vestir, una forma de hablar, relacionarse con otras personas de distinto nivel socio-económico? Es un término que hoy tiende a confundirse, e incluso olvidarse. En nuestra sociedad actual, se ha inculcado que la dignidad depende de la situación económica de la persona y que eso lleva a despojar de su verdadera dignidad que se tiene inherente como ser humano.
Ejemplo, hay personas que sienten que no tienen nada que ofrecer, que no pertenecen a la sociedad activa, sino más bien solamente a la de consumo. El valor al trabajo se ha ido perdiendo y se prefiere pedir limosna antes que realizar alguna actividad lucrativa que permita resaltar sus potenciales capacidades físicas, creativas o incluso como compañía.
Se debe inculcar que se es digno, aunque no se tengan elementos materiales. Que se es digno de dar siempre una opinión, aunque no sea la que los demás acepten. Se debe ser digno de soñar, de emprender, de crecer como persona y de aportar a la sociedad, no solamente con dinero sino con acciones. Se debe inculcar un amor propio que permite hacer florecer lo mejor de cada uno.
En el caso de los jóvenes en un aula, es un elemento muy complejo, pero también una gran oportunidad para desarrollar formas de pensar que le serán muy beneficiosas en el futuro ya sea laboral, familiar, comunal, político porque se debe crear la idea de que se es digno de realizar cualquier actividad futura. 
Es un valor que se debe mantener intacto, o sea que debe siempre ser duradero, desde que se nace hasta la muerte. A veces, ese valor no es respetado por lo que pareciera no existir, sin embargo, sigue estando por ser un valor superior como menciona María Patricia López en su ensayo “La Educación y los Valores”.

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